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Couchsurfeando por Valparaíso

Dia 1 (17/06)

¿Viste cuando tenés toda la mejor para seguir viaje y por A o por B se retrasan los planes  y cuando finalmente los tiempos se dan y pensas "¡Vamos todavía! ¡Ésta es la ocasión! Y de pronto te das cuenta de que no, que éstas equivocada/o y no, definitivamente no es la ocasión? Pues buen, así comenzó mi viaje fallido a Valparaíso. Me levanté temprano en la mañana del sábado, desayuné junto a Sarita y Agustín.  Le di un último  y fuerte abrazo a Sarita despidiendola con una frase (que hicimos muy nuestra estos últimos días) "un día a la vez" le di mi último adiós. Lo siguiente fue caminar la cuadra junto a mi compa Agus por la vereda abarrotada de hojas (cortesía del viento Zonda) y hacer que "accidentalmente" (por no decir torpemente), Agustín se empapara las alpargatas porque se metió a una acequia a sacar algo que se me había caído "¡Cintia y la p*** madre!, exclamó, a lo que yo lo contrarresté con que era "karma Comodorense" ... ¡Jajajaja! En fin, después de despedirme de Agus y tomar el bus número 5 con destino a la Terminal de Mendoza, mi olfato me dice que seguramente ésta mañana, no será "la mañana". En efecto, así es. "Volvé mañana" me dice el recepcionista del Rápido Internacional "el paso está cerrado". Así que nuevamente, yo y mis bártulos volvemos de nuevo a casita (Gorilla). Mis compas me reciben con alegría y a pesar de que no quieren que me vaya, también saben que tengo que seguir viaje. Porque al fin y al cabo, estamos todos de paso, y así y todo, sigue valiendo la pena encontrarlos y encontrarme en ésta bella aventura que es la vida, porque sabemos que todo valió la pena cuando pasas a formar parte de su historia y  ellos de la tuya.

Día 2 (18/06)

La esperanza es lo último que se pierde, dicen por ahí. Amanecí la mañana del domingo, ya casi resignada pensando "quizás hoy esté igual que ayer". Tomé el bus 5 hasta la terminal y ya allí fui a confirmar lo que sería la segunda oportunidad para viajar. Afortunadamente, las condiciones climáticas dieron el OK y después de regresar al hostel por mis equipaje, regresé nuevamente a la terminal.

Para las 9:30 ya estaba con una sonrisa de oreja a oreja saliendo con destino a Valpo...

Observo el contraste de las montañas desnudas coronadas a su vez por la  majestuosidad del Cordón del Plata. Cada vez me alejo más, lo sé. La nieve se empieza a apoderar del paisaje y de pronto todo las gamas de marrones tierra y rojizos son cubiertos por una capa blanca y brillante.

Por fortuna, en el bus sólo somos ocho pasajeros y el trámite de salida de Argentina y entrada a Chile es bastante ágil. Poco después, un cartel indica "curva 29" y de allí en más comienza un camino zigzaguente cuesta abajo. Más adelante nos reparten el refrigerio y con el, él chófer que comienza a darme charla, preguntándome si estoy de paso, si vengo a ver y novio y que se yo. Me pongo crema en las manos cómo para distraerme de la situación y el chofer me dice que le gusta el perfume. Le respondo que se me secan mucho y me dice " a ver " , "no hace falta" le digo en advertencia de que no tiene porque tocarme las manos. Si fuera melodramatica diría que fue un momento incómodo y que me arruinó el día pero prefiero ser mejor que eso. ¿Por qué entonces lo cuento? Porque sé que muchas mujeres no quieren viajar solas por temor a situaciones incómodas o peor, pero al igual que ustedes chicas, ya me cansé de dejar de hacer cosas por miedo a ... Independientemente de las condiciones externas, siempre la última palabra es de una.

Haciendo un punto y aparte, ¡estoy súper ansiosa! Es la primera vez que voy a estar en Chile por más de 24hs y la verdad es que no sólo estoy entusiasmada  porque voy a conocer Valpo, sino también porque ¡es la primera vez que voy a hacer Couchsurfing! Si bien mi anfitriona inicial iba a ser la dulce y bella Li, lamentablemente no pudo ser. Así que después de mucho indagar mi anfitrión elegido pasó a ser Jhony, con quien por cierto me contacté días previos para ver que onda. Por suerte parece ser un chico buena onda y buena gente...

¡Llegué! ... ¡Finalmente llegué a Valparaíso! Después de haber estado horas atrás con la incertidumbre de si pasaría o no la cordillera, al fin llego a la ciudad de los artistas callejeros, colores y casitas sobre los cerros. Poco después de arribar, mi anfitrión Jhony llega a recibirme con su amigo y el papá de éste. Cabe destacar que como regla principal de mis iniciales 30, me he propuesto cómo parte de ésta experiencia hacer de todo algo por descubrir, y éste viaje cuenta cómo una nueva meta. Después de mi bellísimo primer voluntariado, ahora estoy estrenando mi primer Couchsurfing. Para los que conocen la modalidad, no hace falta que lo explique. Y para los que no, se lo dejo en el aire, con música de suspenso y en mis próximos post les develaré el misterio del universo Couchsurfing. En fin, pocas cuadras nos distancian de la terminal de Valparaíso, y en cuestión de minutos llegamos al apartamento que Jhony comparte con David  (chileno) y Pablito  (cordobés). La verdad que me sentí súper a gusto con todos. Intercambiamos una breve charla de dónde éramos y que hacíamos, y poco deapues, salimos con Jhony a la calle a tomar un "colectivo" , que en Argentina sería como el Remis, pero difiere de que éste tiene su propio recorrido y te toca bajarte dónde te quede más próximo, y a la vez, puede llegar a ser más económico que "la micro" (colectivo).


La primer parada es en la Plaza Sotomayor coronada de fondo por un bellísimo edificio militar. En el otro extremo de la plaza se encuentra el puerto donde se pueden apreciar embarcaciones coloridas que para mi sorpresa no eran para la pesca sino para uso turístico. Allí mismo, Jhony hace uso de sus dotes turísticos y me cuenta sobre la historia entre la guerra Chile-Perú, también sobre la importancia que ello conllevó a posicionar a Chile económicamente y luego seguimos camino por unas calles tenuemente iluminadas hasta llegar a las escaleras que nos conducen al Cerro Alegre. Desde allí y ya recobrando el aliento, llegamos hasta el Paseo Yugoslavo en dónde la hermosa panorámica de la ciudad viene acompañada de un caserón de estilo Yugoslavo y del cual también conocí su historia. Básicamente, dicho caserón fue mandado  a construir por un millonario que la proyectó para él y su familia. Sin embargo, el pobre hombre murió antes de ver la obra concluida. Un detalle muy interesante de ésta casa es el de unos ornamentos con las figuras de niños sobre las pilastras  (falsas columnas), con figuras de niños dorados con los brazos extendidos, y henos aquí que el significado era que los hijos eran el sostén de su vida y hogar.

Otra historia curiosa que aprendí, fue la de la Torre del Reloj que fue un obsequio de la Reina de España donde lo característico de su número cuatro romano es que es IIII en lugar de IV, y que según cuenta la leyenda, el relojero pagó con su vida por semejante error.


Después de tomar el funicular con dirección descendente,  nuestro camino sigue con destino al Cerro Concepción caracterizado por sus callejones angostos, coloridos y adoquinados. La noche cayó hace al menos hace una hora y todavía no es el fin del recorrido. Nos despedimos de Cerro Concepción y seguimos con destino a Polanco, el único ascensor de la ciudad. Para llegar aquí (desde Cerro Concepción), tomamos la micro, y después de unos 10 minutos (aproximadamente) lo siguiente es llegar hasta la garita en dónde por la módica suma de $200 chilenos (se paga $100 para subir y luego al bajar también) se accede a un túnel de unos doscientos metros que finaliza en las puertas del ascensor.

Foto cortesía de Jhony en el túnel de Polanco.

Cuando las puertas se abren, un hombre sentado en un banquito y mirando un película de Richard Gere en una tv plana, nos recibe y lleva hasta el tope del elevador. Aquí disfrutamos de otra maravillosa vista, y Jhony me cuenta un poco sobre el garrafal incendio de 2015 que se desató en lo alto de los cerros y acabó con más de dos mil casas. Según "teorías" la culpa de semejante catástrofe la habría tenido un abre que se habría detenido a reposar sobre unas líneas eléctricas  (no bromeo). A día de hoy, el ave sigue profuga. Más adelante Jhony me lleva hasta la Costanera y a pesar de que no está muy iluminado, se llega a apreciar el sonido de las focas que suben y bajan de un viejo muelle que quedó destruido a causa de un terremoto. El paseo llega a su fin. Volvemos al apartamento  y Jhony comienza a cortar las verduras y el pollo. La cena es una delicia y durante ella no faltan charlas sobre la vida, metas e incluso sobre el vino. Yo no soy ni de cerca una experta en bebidas (tomo agua), pero le comento a Jhony y Pablito sobre lo que aprendí en mi guiada por Bodegas López durante mi estadía en Mendoza.


Cuando miro la hora el reloj indica las 00:30 hs y luego caigo en la cuenta de que aparte de  haber madrugado, el viaje de casi ocho horas y la caminata nocturna, tengo una especie de jetlag, fruto de la diferencia de una hora y por ende, con mis párpados pesandome, me despido de los chicos y a las 01:00 hs de Argentina, me voy a dormir.

Día 3 

Me despierto tipo 7:15hs. La casa en silencio. Claramente todos duermen y yo muy fiel a mi estilo (cómo no tengo nada que hacer), tomo el celular y me pongo a escribir éste post. ¡Que fría que amaneció Valparaíso! ...

Dos horas más tarde escucho sonidos de que alguien se levantó y voy a la cocina, es David. Se encuentra haciendo barras de cereal. Me preparo un té mientras compartimos una charla sobre los lugares que el conoce, y viceversa. Más adelante se nos une Jhony quien después de desayunar me da la señal de partida. Tomamos una micro con destino a Viña del Mar y nuestra primer parada es en la Quinta Regaleira, famosa por los festivales musicales de Viña del Mar. Recorremos el Boulevard que lleva hacia el reloj floral y ahí me pongo a hablar con un brasileño que me termina preguntando de qué parte de Brasil soy, "soy argentina" le respondo. Tomamos por la Costanera y llegamos hasta un castillito que da al mar. Más adelante bajamos a la playa y Jhony me enseña los pulgones y luego una alga muy típica de ésta zona, luego corta un pedacito y me la hace probar; sabe dulce y algo gomosa, pero de un cierto modo me resulta agradable.

Nuevamente tomamos la micro. "Oh my god" me siento en Brasil con estos conductores que manejan como si estuviesen en una pista de Fórmula 1. Sonrío, no puedo evitarlo. Todo lo que retrae a Brasil me conforta, me roba una sonrisa.


Llegamos a Reñaca y allí vamos a comer la famosa empanada chilena. Pido camarón. Jhony se ríe de los malabares que tengo que hacer entre el jugo que se me chorrea en las manos, yo tratando de comer y al mismo tiempo limpiando el enchastre. "Parezco una criatura" le digo, "cualquier cosa deci que no me conoces". Se ríe y bromea con que no estoy para llevarme a un hotel de categoría. Por suerte, logro terminar mi empanada y retomamos  la caminata por la Costanera. Éste sector es conocido porque los argentinos lo eligen para vacacionar. Pasamos otra playa más y comenzamos a subir el Cerro por unas escaleras de nunca acabar. El cielo sigue nublado. A lo lejos sobre la línea del horizonte se extiende una bruma amarronada que se funde con un amarillo y luego azul cielo. Al fin se terminan las escaleras. Estoy literalmente hecha agua. Seguimos en ascenso, pero ésta vez por la calle. Luego comienzo a visualizar un montículo de arena; son las famosas dunas de las que Jhony me había hablado. Otra vez mi estado físico me recuerda que no estoy para estos trotes, y yo le digo que se calle y ordeno a mis pies seguir subiendo. La vista es impresionante. A nuestra izquierda los cerros con sus edificios escalonados. A nuestra derecha, las dunas se extienden por un trecho más. A nuestras espaldas, un barrio residencial y finalmente, al frente el celeste verdecino del Pacífico.


 Jhony me habla sobre topografía, arquitectura y por momentos de biología. Él sabe mucho de todo y hace que sea fácil. Me siento exhausta, pero es cansancio del bueno. Tomamos la micro nuevamente, y ya en la parte antigua de Valparaíso, caminamos los pocos metros hasta el funicular.



Llegamos hasta otro mirador. Allí se pueden apreciar contenedores de todos los colores y barcos de guerra. Volvemos a descender el cerro entre escalones, calles adoquinadas y grafitis. Finalmente, decidimos volver al apartamento y tomamos el trolebus (una especie de bus de los '50 que funciona con una línea de tranvía, pero sin vias). De pronto el trolebus se detiene entra en "pana". Descendemos y subimos a otro. Llegamos al apartamento y Jhony va por un "completo" (un Hot Dog gigante, con aderezos, trozos de tomate y guacamole. Estoy lista. Tomo mis bártulos y me despido de Pablito que me transmite su alegría cómo compatriota argentino, por mi visita. Me despido de David y más tarde de Jhony en la terminal. Nos despedimos con un abrazo y le agradezco enormemente el haberme recibido en su hogar . " No hice nada" me dice. "Hiciste mucho" le respondo. 

Llamo a Ivonne para avisarle que 18:45 hs estaré saliendo. Me despido de Jhony que se va con prisa a rendir un examen. Subo al bus y me despido de Valparaíso con la idea de que más adelante nos volveremos a ver. Me siento aliviada. Pasé mi primer prueba de Couchsurfing y me siento muy afortunada. Me siento afortunada porque los chicos fueron  cálidos, amigables, respetuosos y buena onda conmigo. Afortunada porque Jhony respondió a mi pedido, me ofreció un lugar para dormir, y me demostró que todavía existen personas que sin siquiera conocerte te pueden dar un lugar para quedarte, y sin pedir nada a cambio. ¡Gracias Jhony por mostrarme la ciudad y también por las largas caminatas y charlas! ¡Gracias por las guiadas, consejos y aquella caminata por las Dunas! ¡Ha sido un placer conocerte!... ¡Hasta la próxima!


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