Creo que todos los que viajan por la vida, coincidirán que las anécdotas y moralejas, son cosa imprescindible en cada hoja de ruta, pero no por ello, las reflexiones son menos importantes.
Leí por ahí que viajar fomenta el autoconocimento (¡ya lo creo que si!). Pero no sólo aprendemos a tener una noción sobre nosotros, sino que también aprendemos a tener una noción sobre quienes son los demás.
Pero bueno, vamos por partes. Mi nombre es Cintia, tengo 30 años, soy la hermana mayor de dos increíbles seres humanos y tía de un pequeño que le encanta llamarme de "amigo". Si bien en mi infancia no me faltó nada, creo que en cierto modo fue la que hoy día me motiva a ir de un lugar a otro (no porque haya sido buena, sino porque me sobraban razones para huir, pero bueno, cuando eres niño cuentas con el don de la imaginación). Creo que si me pudiera hacer un tatuaje, me tatuaria un par de alas, porque independientemente de que es un cliché, me siento como un ave que experimenta la libertad después de una vida en cautiverio. Cautiverio de sacar las mejores notas para agradar a mi madre (porque claro está, siempre está más bueno presumir 9 y 10 que el esfuerzo en sí mismo). Cautiverio de agachar la cabeza y tener un si para todo, porque las buenas hijas nunca tienen un no por respuesta, y ni hablar de callarse la boca ante los secretos vergonzosos. Cautiverio de que me hagan sentir culpable de las acciones egoistas y mezquinas de los demás. Nadie se merece el maltrato en ninguna de sus formas. Cautiverio de pagar el derecho de piso en más de una ocasión y que encima de que te paguen miseria a la hora de pagarte te hagan sentir que te están haciendo un favor. Pero estos últimos han sido puntuales, para mi dicha, mis últimas experiencias han sido buenas y en viajes. Cautiverio de que o perteneces acá o allá, aunque pertenezca a todas partes. Cautiverio a no ser lo suficientemente buena para algo o alguien. Cautiverio, cautiverio, cautiverio. Ya no más.
Viajo porque puedo, porque quiero, porque me permite volar, expandir la mente. Viajo porque a pesar de que puedo parecer tremendamente aventurera soy terriblemente insegura en terrenos desconocidos. Viajo para perder los miedos. Viajo porque abro mi alma al mundo y el mundo me regala mil experiencias ajenas, maravillosas y desconocidas. Viajo para permitir que personas y vivencias nuevas lleguen a mi vida y para seguir conociendo aún más a los que están a la distancia. Viajo porque no tengo ataduras y también porque antes que morir de ganas leyendo blogs de viaje y decir "algún día ", digo "¿a dónde hay que ir?". Viajo para reírme de mi misma y para que los demás se contagien de mi risa y me devuelvan otra a cambio. Viajo para que mis días cobren sentido y para sentirme útil para mi misma y los demás. Viajo para que el cautiverio no me contamine y no me permita disfrutar de cuál es mi misión en la vida: ser feliz. Viajo porque soy pura espontaneidad y torpeza, y porque me gusta divertir a los demás con mi característica forma de ser. Viajo porque no tengo riquezas y porque mi verdadera riqueza está en lo que siembro. Viajo para analizar mi presente, descartar mi pasado y embellecer mi futuro. Viajo para hacerme sabía, más humilde. Viajo para que mi niña interior pueda explorar el exterior y para que los años sean números provechosamente vividos. Viajo porque la vida merece ser celebrada y cada nuevo viajero que se encuentra en mi camino, es un motivo de sobra para celebrar. Viajo porque cientos de fotos en una revista no son vivencias y las vivencias claramente las quiero tatuadas en el alma. Viajo para alejarme de lo que no quiero ser, aunque de hecho siempre fui una gran parte de quién soy. Nunca fui una seguidora y si bien en más de una ocasión me ha tocado liderar, viajo porque me gusta enseñar, escribir, inspirar, compartir, tener historias que contar. Viajo porque una parte muy ingenua de mí añora encontrar un amor verdadero e incondicional, pero otra se niega a renunciar a esto que tanto disfruto. Viajo para probarme a mi misma que la felicidad está al alcance de mi mano y que es mi propia responsabilidad. Viajo porque las fronteras no son sólo físicas, sino mentales y quiero dejar de decir "no puedo". Viajo porque no quiero desvanecerme en la rutina y si quiero desvanecerme en los colores que el otoño trae consigo. Viajo porque antes de morir quiero haber vivido con total libertad, libre de prejuicios, mezquindad y superficialismos innecesarios.
Viajo, viajo, viajo ... y a pesar de las excusas sobran para no hacer lo que hago, las razones por las que elijo hacerlo pesan mucho más. Viajo... viajo... viajo...
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